Roma y la venida del Reino de Dios

8 de julio de 1847

0. ¡Oh Señor, guía eterno de los caminos, pasajes y estados de las personas! - ¿Qué tenemos que esperar de Roma, nosotros, los pobres y pecadores hombres, en este momento, como resultado del gobierno del actual prelado, Pío IX, que me parece bastante sabio en algunos aspectos? - La situación, ¿se volverá más clara o incluso más oscura? Y en el último caso, ¿qué tendríamos que hacer en este y para este mundo? - Oh Señor, si fuera Tu santísima Voluntad, danos algunas pistas de Tu infinita Abundancia de Amor y Sabiduría; ¡pero que se haga solo Tu Santísima Voluntad siempre y para siempre! Amén.

Respuesta del Señor:

1. Nunca habrá Luz de parte de Roma, ¡incluso en el caso que Pedro o Pablo se sentaran en la silla papal como los gobernantes de la iglesia! Porque, como sabéis bien, la Luz verdadera, que es el Reino real de Dios, nunca aparece externamente como una manifestación material, sino solo muy silenciosamente en el interior del hombre, completamente desapercibida, como una semilla de mostaza que se siembra en la tierra. Semilla que brota luego del interior de la tierra como una planta tierna, para después crecer y volverse cada vez más grande y más fuerte y ramificarse en ramas y ramitas, de modo que cuando haya crecido, incluso las aves del cielo se instalarán debajo de ellas.

2. ¡El Reino de Dios surge también del corazón humano como un niño que nace del vientre materno. Reino que luego penetra a toda la persona y echa raíces en todos sus elementos y hace que toda la persona finalmente se convierta en un ser completamente nuevo e inmortal en todas sus partes!

3. Esta luz, este verdadero Reino de Dios, nunca puede surgir de Roma, incluso en el caso que ​​el Papa mismo sea un ángel, sino surge siempre únicamente de cada persona, siempre y cuando esta persona esté instruida en las Escrituras y bautizada de acuerdo a sus obras y por el testimonio perceptible y poderoso del Espíritu Santo. ¡Donde falte esto, ni Roma ni Jerusalén ni el Papa ni el bautismo en agua o el obispo o la confirmación ayudarán!

4. El Papa actual, sin embargo, es un excelente hombre de mundo y se preocupa más por la coherencia política y apariencia externa eclesiástica de su regimiento. Él utiliza lo eclesiástico con fines puramente políticos. Si logra esto, hará lo que hicieron sus predecesores, es decir, también sembrará externamente algo mejor aquí y allá. Pero sus sucesores volverán a arruinarlo, como siempre ha sido el triste caso.

5. Lo que el Papa haga bien como ser humano en secreto y no permita que sea trompeteado en todo el mundo, él también cosechará la recompensa eterna. Pero en el Cielo se prestará poca o ninguna atención a sus obras eclesiásticas, a excepción de una tal que esté libre de toda manifestación mundana.

6. El primer signo de la venida del Reino de Dios, sin embargo, es la verdadera humildad, pero nunca una aparente y menos aún una así llamada "humildad curial y pontificia", según la cual un Papa se llama a sí mismo el “siervo de los siervos”, pero luego a él de nuevo, en contra de Mi Palabra y Mandamiento, es titulado como el “Santo Padre” y, con esto, un emperador que quiere dominar e imperar. En este sentido un Papa es tan similar a otro como un ojo a otro.

7. Por eso es que el Papa carece incluso del primer signo del Reino de Dios, sin el cual nadie puede llegar jamás a la Luz del Cielo. Porque en donde falta completamente la A, ¿de dónde debería venir la B y menos aún la C, D y E? Sería como si una mujer que quiere quedar embarazada y dar a luz, que, por puro orgullo y arrogancia, nunca quiera rebajarse tan profundamente y dejar que un hombre la embarace para que pueda despertar una semilla en ella.

8. Por tanto, por las razones muy obvias explicadas anteriormente, solo la oscuridad puede venir de allí de donde nunca se puede esperar una luz. ¡Y que nadie se deje engañar, por más que tenga la apariencia de ser algo bueno!

9. Lo que ocurre ahí es pues puramente externo. Y a lo interior se le declara como un "secreto de todos los secretos" y por lo tanto es casi como si no existiera. Incluso si lo verdadero estuviera ahí, tendría que quedarse sin efecto para siempre, como el germen de una semilla que nunca se siembra en la tierra. Por supuesto, tal germen vivo lo hacen permanecer como un "secreto eterno de la vida" porque nunca podrá pasar a la vida, ya que el medio, por el cual debe desarrollarse y manifestarse en la vida, está cortado para siempre.

10. Allí, en donde Dios, como la fuente eterna de toda vida, sea un "secreto" - ¿de dónde debería provenir pues la Vida y Su Luz?

11. Dios es el fundamento en todo y por eso primero tiene que ser aceptado y reconocido. Porque Dios es la primera condición de todo ser y también la Luz primordial de toda luz. También tiene que ser reconocido todo lo demás que proviene de Él.

Pero si Dios es un secreto, es decir, una noche oscura, ¿qué pasará pues con todo lo demás? Si ya la Luz es la oscuridad más completa, ¿qué será entonces la oscuridad real misma?

12. Si Yo soy un poco de luz para vosotros, fácilmente podréis inferir de lo que se espera de Roma en todo momento, siempre que ella permanezca así como es ahora y como ha sido.

13. Pero debéis saber que ¡la luz o la noche jamás dependerá de Roma, sino únicamente de Mí!

Cuando sea el momento verdadero, será la luz como en el día. Y Roma no podrá poner barreras para el “gran día del Espíritu” como tampoco aquel que quiera evitar que salga el sol.

14. ¡Así que no os preocupéis! - Quien camina de día no tiene nada que temer de la noche. Pero ¡ay de los que caen en manos de los ladrones! - Amén.

Fuente: Dádivas del Cielo, tomo 2, recibido el 8 de julio de 1847 por Jakob Lorber.